LAS RUINAS DE SANTA MARÍA DE LA ANTIGUA Y EL CEMENTERIO ROMÁNICO DE GORMAZ.


“Bajo el colosal castillo de Gormaz se podían contemplar las
antiguas iglesias románicas de San Miguel y Santiago
-reconvertida en cementerio de la localidad- y el
entonces único puente […] el de piedra”.
Soria en Seiscientos. Javier Martínez Romera
El día 6 de febrero visitamos Gormaz en nuestro periplo por escudriñar en la vida de esos edificios religiosos románicos abiertos al cielo. En esta ocasión nos acompañó Conchi Sanz La Cuesta, compañera y buena amiga.
En el camino pasamos de un día soleado a una densa niebla a la que ayudaba una fuerte cencellada que, en algunos tramos de la carretera, se asemejaba a una nevada. Hacía frío, mucho frío, y nuestros pies se quejaban de la temperatura. Para llegar a Gormaz elegimos, una vez más, la SO-100, esa que pasa por Quintana Redonda, Fuentepinilla y Andaluz, esa a la que ya hemos cogido cariño. Superado Andaluz y su puente medieval sobre el Duero, cogimos a la derecha la CL-116 hacia Quintanas de Gormaz donde no nos cansamos de contemplar ese edificio, diseñado por Ramón Martiarena, que en su día fue colegio y que, sin el griterío de los niños, hoy se ha convertido en el Museo de la Resina. Desde esta localidad, a través de la SO-160 y la SO-P-4198, llegamos a nuestro destino.
En Gormaz nos esperaba Pablo Villar, el alcalde que, tras las amables presentaciones, nos dejó en manos de su madre Fuensanta Palomar, atenta a nuestra llegada, desde su casa, ubicada al lado del rollo del pueblo.
Es una mujer dicharachera que conoce la historia de su lugar, una historia basada en la trasmisión oral de sus antepasados, en los muchos años vividos en Gormaz, así como en la lectura de aquellos libros de historia en los que se habla de la Villa. Nos contó que hubo hasta cuatro ermitas en el pueblo, y mientras nos iba contando y contando, fuimos venciendo una inclinada cuesta hasta llegar a una de ellas, o lo que queda de ella. Se trata de la antigua parroquia de Santa María la Antigua o Nuestra Señora de la Antigua. Apenas quedan restos. Adosado a ella, se construyó en el siglo XX el depósito de agua. Así son los tiempos. Nos contó cómo en la parcela situada a levante aparecieron tumbas de lajas y restos óseos, sin duda la antigua necrópolis de esta collación. Todavía se distingue la cimentación de la cabecera y algo de la nave a poniente. En la iglesia parroquial de San Juan Bautista se custodia la imagen de la Virgen de la Antigua, una talla ya del siglo XIII, que llegó de esta collación, y que precisa una restauración. Es el momento de consolidar estos restos e indicarlos, para así evitar su total desaparición y mostrar al viajero dónde se encontraba esta parroquia, que creíamos desaparecida.


Aunque hay rastros de vida muy antiguos, Gormaz cobró importancia por ese enfrentamiento medieval entre cristianos y musulmanes por controlar el río Duero. Fruto de ese enfrentamiento es la imponente fortaleza que amparaba al pueblo y al que hoy nadie da amparo. A sus pies, entre el siglo X y XI se fue ubicando una población que acabó constituyendo la Comunidad de Villa y Tierra de Gormaz. Aunque tuvo mucha importancia este núcleo de población, que en el siglo XIX pasó a ser municipio y ya nunca dejó de serlo, nunca alcanzó los trescientos habitantes. Hoy una veintena pasan la noche arropados por un castillo en desuso.
Desde el punto alto al que nos condujo Fuensanta, vimos las construcciones de adobe de las casas que algún día sostuvieron a esa población, algún palomar, pero, aunque estábamos en lo alto, la niebla impedía que nuestra vista alcanzase el paisaje del Duero.
Por una senda, que pronto se convierte en camino, llegamos hasta el actual cementerio, y nos dimos cuenta de que las tres iglesias medievales, San Miguel, la Antigua y esta de San Juan se encuentran alineadas a media ladera entre las cotas 970 y 980 metros, separadas por apenas 450 metros. Quizás el antiguo Gormaz fue una villa lineal con una calle principal que enlazaba sus tres parroquias y, a la vez, protegida por la fortaleza, ya cristiana.
La antigua iglesia románica de San Juan o de Santiago, porque en esto no terminan los estudiosos de estar de acuerdo, dio servicio a una collación, hasta que en fecha indeterminada del siglo XVIII se construyó la nueva parroquial de San Juan Bautista en su actual emplazamiento, quedando la antigua abandonada. El inmueble románico se construyó con encofrado de cal y canto, con refuerzo de sillería en las esquinas y en los vanos, hoy completamente expoliados. Como vemos en el rural soriano, la nave se cubriría con una techumbre de madera a dos aguas, mientras que la cabecera estaría abovedada. En esta, se individualiza el tramo recto del presbiterio, que se cubriría con una bóveda de cañón apuntada y el ábside semicircular que lo haría con bóveda de horno. El ábside se iluminaría con una aspillera hoy cegada, conservando todavía la ventanita en el muro meridional del presbiterio. Tanto al interior como en el exterior todavía podemos ver algunos de los tablazones del encofrado, las distintas tongadas, así como los huecos dejados por las agujas o almojayas. El presbiterio también conserva alguna de las huellas dejadas por un recubrimiento de sillería.
El abandono y el vaciado de los objetos de culto de esta parroquia llegarían hasta el primer tercio del siglo XIX, cuando la villa de Gormaz necesitó de un camposanto para así evitar inhumar en la nueva parroquial de San Juan Bautista. Así sabemos que en el 27 de agosto de 1833 se otorga licencia para bendecir el nuevo Camposanto en la Villa de Gormaz.
