LA ANTIGUA IGLESIA DE LOS SANTOS JUSTO Y PASTOR: EL ROMÁNICO HERIDO DE MARTIALAY
Resulta un tanto ocioso explicar a cualquier lector soriano de este periódico dónde se encuentra Martialay, pero por si algún despistado tiene dudas, le diremos que se trata de una localidad al Este de Soria, ubicada detrás de la Sierra de Santa Ana, a poco más de once kilómetros. Debemos transitar la N-122 hacia Zaragoza. Pronto encontraremos un cruce a la derecha que nos marcará la dirección de Calatayud y Teruel por la N-234. Sin darnos cuenta estamos en la entrada de Martialay a la derecha. (Así pues, muy cerca, casi un paseo.) Pero no por estar cerca es mejor conocido, sino todo lo contrario.
Nuestro viaje tuvo lugar en los primeros días tormentosos del mes de septiembre. El día amenazaba lluvia, pero los cielos nos permitieron recorrer y contemplar la localidad. En Martialay nos esperaba nuestro buen cicerone Pablo Martínez Lablanca. La impresión al entrar en el pueblo es de un lugar cuidado con mimo, como pasa en casi todos los pueblos sorianos. Este posee un hábitat un tanto disperso, donde conviven en perfecta armonía las viviendas con zonas ajardinadas y huertecitos intercalados. Visitamos la fuente de dos caños y el abrevadero del pueblo, en aquellos momentos embellecida por Josi, hermano de Pablo. Al lado, un gran lavadero cubierto con techumbre de madera.
La tranquilidad que se respira sólo se ve turbada por furgonetas cargadas de pan que cruzan por sus calles para abastecer a Soria.
Martialay perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria y dentro de esta al sexmo de Arciel. Llegó a tener unos setenta vecinos en el siglo XIX, y a constituirse como municipio, actualmente viven en la localidad unas cuarenta personas, y está integrado en el municipio de Alconaba. También tuvo estación de ferrocarril de la línea Santander - Mediterráneo, pero, así como se fueron los vagones y las máquinas, hicieron las personas.
A través de una bonita senda llegamos a una chopera municipal tras la que se esconde la antigua iglesia. Prácticamente destruida se encuentra entre una vegetación frondosa de chopos, hiedras, fresnos y algún huerto. Únicamente queda parte del muro Norte, y de la espadaña al Oeste. En 2003 el Ayuntamiento de Alconaba en su nuevo Plan Urbanístico decidió crear en este sector un Área Arqueológica. Hasta 2020 las ruinas de la parroquial estuvieron dominadas por la vegetación; hiedras y zarzas se habían apropiado del lugar. Fue ese año cuando Nicasio Martínez se propuso desbrozar el terreno, pronto contagió a su familia que junto con otros vecinos y algún trabajador municipal consiguieron dejar limpio el espacio ocupado por la antigua parroquial y su campo santo.
Esa limpieza ha significado que se apruebe un proyecto de consolidación de la espadaña y el muro norte, valorado en 14.000 euros. Además, junto con la Junta de Castilla y León impulsan otro proyecto valorado en 24.000 euros, aún no aprobado, para excavar la planta y consolidar lo excavado. Resulta ésta una valiente iniciativa que debería servir de ejemplo para muchas iglesias caídas en desgracia y para las que no hay ninguna voluntad de salvar.
Por lo que se ve sobre el terreno se trataría de una iglesia románica de una nave con cubierta de madera y una cabecera hacia levante, seguramente abovedada y a poniente la espadaña-campanario con dos vanos. Tendría una sacristía y un pórtico en su paño meridional. Adosado al muro septentrional resisten parte de los muros del campo santo.
Paseando por lo que fue la nave de la iglesia reclama nuestra atención una gran losa. Al fijarnos en ella apreciamos un posible alquerque de a doce, con sus aspas y suficiente número de escaques. Tres pequeños hoyos semicirculares lo acompañan. Los maestros canteros solían hacer estos tableros para jugar ellos y, sobre todo, sus hijos e hijas que les acompañaban allá donde les salía tajo. Muchos de estos tableros se utilizaban después en la construcción del inmueble. Otro aspecto llama poderosamente la atención, los restos de la espadaña, adornada con una frondosa hiedra, se hallan abiertos en canal, como si un rayo hubiera abierto un tajo en la misma. Esta espadaña campanario alojó las dos campanas que hoy están en la nueva iglesia. Tanto este muro como el septentrional se construyeron con mampostería menuda y revocados al interior con una capa de cal y arena.
Poco sabemos de esta parroquial que fue dezmera de la iglesia soriana de San Prudencio. Se conservan dos Libros de Fábrica, uno en el Archivo Diocesano de Osma-Soria que va de 1707 a 1791, mientras que en la parroquia se conserva el de los años 1892 hasta la actualidad, faltando un tercer libro que iría desde el año 1791 a 1892, es decir casi todo el siglo XIX. En el primer libro se recogen los distintos ingresos y gastos, así como un inventario. En el capítulo de gastos de 1787 se recoge un cargo de 136 reales que costó hacer nuevamente el pórtico de la puerta de la iglesia, habiéndose desmontado el anterior por amenazar ruina. En ningún caso se habla de que el templo se encontrara en situación de ruina.
En cuanto al inventario de 1791 se dice que tiene tres retablos, pila bautismal, una imagen de Nuestra Señora de vestir, una cruz de plata con una manzana y cinco piezas de bronce dorado, así como una cruz para conjurar, entre otras muchas posesiones.
Aunque no tenemos el Libro de Fábrica del siglo XIX, por el Boletín Eclesiástico del Obispado de Osma de 19 de noviembre de 1853, sabemos que la Dirección General de Contabilidad de Culto y Clero puso a disposición del Ilmo. Prelado la cantidad de 7068 reales. De estos fueron asignados a la parroquial de Martialay 1934 reales para la reparación de su templo. Nos imaginamos que esa reparación se llevó a cabo. En la visita pastoral de 1902 el Exmo. y Rvdmo. Sr. D. José María García Escudero Obispo de Osma advierte del mal estado en que se encuentra la sacristía, exigiendo una pronta reparación.
En las demás visitas giradas por el Obispo y en el libro de Carta-Cuenta no se especifica nunca más el mal estado de la parroquial, pero en el apunte de 1932 titulado: “Cuentas que se refieren no más a la construcción de nueva iglesia en Martialay” el párroco D. Juan Hernández afirma que el Obispo de la Diócesis de Osma D. Miguel de los Santos Díaz y Gómara, con fecha de 7 de marzo de 1929, le autoriza a demoler la vieja iglesia en ruinas y a designar sitio adecuado para abrir los nuevos cimientos del nuevo templo. Por tanto, es en 1929 cuando se inicia la demolición de la antigua parroquia y se inicia la nueva, que al parecer se consagra en 1931, si bien las cuentas se cierran el 8 de enero de 1932.
Por este apunte sabemos que D. Juan Hernández logró recaudar 17.368,77 pesetas, a saber, el Ministerio de Gracia y Justicia ingresó la cantidad de 11.500 pesetas en cuatro libramientos (64,35%); el Prelado, 2.200 pesetas (12,66%); varias personas piadosas, 1615 pesetas (9,73%); material sobrante, 163,60 pesetas (0,94%); sacos de yeso de un vecino de Almenar, 75 pesetas (0,43%); existencias de la Fábrica de la iglesia al finalizar la obra en 1931, 1.062,09 pesetas (6,12%); con permiso del Prelado de los fondos que contaba la Cofradía del Rosario hasta el año 1932 inclusive, 752,08 pesetas (2,33%). Con estos datos la nueva iglesia de los Santos Justo y Pastor se sufragó con un 75 % de dinero público y de donaciones. El coste total de la obra fue de 17.224,18 pesetas, finalizando la obra con un superávit de 144,59 pesetas.
Con nuestro entrañable cicerone, que ya se había encargado de buscar los medios para abrirla, acudimos a visitar la iglesia de los Santos Justo y Pastor. Fue construida por varios maestros albañiles, los Hermanos Alcalde y su padre Cándido, ayudados por Marcos Sanz, que también demolieron la antigua y labraron parte de las piedras que se utilizaron en la nueva. Se levantó en tres tandas reutilizando materiales de la antigua iglesia y otros que llegaron desde Soria. El cantero de Golmayo Alejandro Martínez, que había trabajado en el cerramiento y decoración de la Dehesa de Soria, se encargó de labrar parte de la piedra. Por otra parte, el empresario Luis Bartolomé, arrastró parte del material desde Soria a Martialay, entre los que se encontraba 6 camiones de piedra, que previamente el cantero Guillermo Benito había extraído y seleccionado de las ruinas de San Nicolás. Recordamos que este cantero fue el encargado de trasladar la portada de San Nicolás hasta San Juan de Rabanera en 1909. En la Casa Quintana de Zaragoza se adquirieron las seis vidrieras y el medallón.
La iglesia es de una única nave, orientada al Oeste con coro a los pies. Su suelo hidráulico de color y muy cuidado fue adquirido a Casto Hernández al igual que la pila bautismal de cemento armado con su tubo y su válvula. El edificio se diseñó de forma práctica y de tamaño razonable, algo que no siempre se da en nuestros pueblos, en los que las iglesias aparecen emergiendo de la pobreza con todo su poder visualizado en su tamaño. Se levanta sobre un tramo de sillares para continuar con mampostería enfoscada. Las campanas que lucen en lo alto de la espadaña, también se trajeron de la antigua iglesia.
En el interior se conservan algunas piezas valiosas del antiguo inmueble, tales como una lauda sepulcral de arenisca rojiza de finales del siglo XVI, que parece representar a un clérigo con túnica talar, con un cáliz entre las manos y la rareza de vestir manga corta; la mitad de una tumba antropomorfa infantil, así como dos estelas. Además de la vieja iglesia se conserva un bloque monolítico de arenisca, en el que se han tallado cuatro columnillas con sus basas, sin poder determinar su función. Algunas de estas piezas estuvieron un tiempo en las antiguas escuelas.
En la sacristía observamos el cuerpo mutilado de una virgen románica del siglo XIII a la que, lastimosamente, le han añadido una cabeza y una mano. La fe no siempre casa bien con lo estético. El hijo de la Virgen ha corrido igual suerte. Casi escondida se encuentra la talla de un Cristo crucificado, posiblemente del siglo XVII. El retablo, que pudo proceder de la vieja iglesia, sostiene imágenes en escayola del siglo XIX-XX.
Finalizamos la mañana con un aperitivo apetitoso que nos regaló nuestro estupendo compañero de visita, contemplando un brocal de piedra que nos incita a volver.
BIBLIOGRAFÍA:
- ARCHIVO DIOCESANO DE OSMA-SORIA. Libro de Fábrica de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de Martialay. 1701-1791 Ref. Antigua 281; Ref. Actual 1855.
- ARCHIVO PARROQUIAL DE MARTIALAY. Libro de Fábrica de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de Martialay. Años 1892-2020.
-Díez Sanz, E. Y Galán Tendero, V. M. (2012) Historia de los despoblados de la Castilla oriental. (Tierra de Soria siglo XII a XIX)”. Soria. Ed. Exma. Diputación Provincial de Soria
- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana. Madrid. Editora Nacional
- VV.AA. (2002) Martialay. Iglesia de los Santos Justo y Pastor. en Castilla y León. Soria, vol. III. M.Á. García Guinea y José M.ª Pérez González (dirs.), Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real-Centro de Estudios del Románico.
“El libro se llama, con razón, Biografía curiosa de Soria, y el compilador,
Miguel Moreno, debe de padecer la misma enfermedad que yo,
porque no ha dejado nada tranquilo. Nada es tan importante
para un español como el propio lugar, la propia religión.”
Desvío a Santiago. Cees Nooteboom