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La antigua parroquial del despoblado de Canos, hoy Canos Caído

 “Despoblado situado en el actual término de Canos, 700 m. al Este; los

 restos, muy visibles, son llamados Canos Caídos, y, al despoblarse,

 su nombre fue tomado por la aldea de Cornejón,

que corresponde al actual de Canos”.

Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. G. Martínez Díez

Era 25 de octubre de 2022, y el calor seguía prolongando el verano en toda la Península. Estas altas temperaturas y la falta de lluvia terminaban siendo noticia alarmante en todas las tertulias, vinieran de donde vinieran. En esas condiciones preocupantes, amaneció ese día aunque este fue amenazando con una lluvia deseada que, al final, no se produjo. Así nos dirigimos por la SO-P-1001 hacia Renieblas, ese pueblo que tanto nos transporta a los campamentos romanos y al mundo celtíbero. Allí, nos desviamos a la derecha por la SO-P-1208 pues nuestra primera parada era Aldehuela de Periáñez.

Aldehuela de Periáñez es una localidad siempre aseada. Pasear por ella es siempre gratificante: su cuidado ayuntamiento, presidiendo una hermosa plaza que limita con un frontón recién pintado, sus hermosas escuelas, en las que ningún niño estudia, la iglesia de San Juan Bautista y el lavadero proporcionan al paseante una grata sensación.

Abandonamos Aldehuela y nos dirigimos, por la SO-P-1212, a Canos.  Seguimos esta carretera, pues queremos localizar desde ella los restos de la antigua parroquial de Canos Caído, bastante visibles desde la vía.  Detenemos nuestra marcha y fotografiamos, desde la lejanía, sus ruinas, escondidas entre encinas y quejigos. Canos es una localidad con media docena de casas, que se integra en el ayuntamiento de Aldehuela. No encontramos a nadie por sus escasas calles; solo gallinas y unos perros, dan vida al lugar. Tiene sin embargo la localidad una gran iglesia renacentista de la Visitación de Nuestra Señora, que nos llama la atención por el contraste de tamaños entre el pueblo y su iglesia. El interior alberga una pila bautismal románica que bien pudo llegar desde el despoblado de Canos Caído. Las imágenes y objetos de más valor, susceptibles de ser robados, se custodian en la iglesia de Almajano. Las joyas de la iglesia de Canos constituyen un auténtico museo. D. Feli, su párroco, cuida con mimo y mucha pasión su interior. El día del funeral de nuestro amigo José María Martínez Laseca nos explicó, con todo lujo de detalles, lo que allí contenía, y cómo las imágenes de Canos se llevaban al pueblo el día de la fiesta. 

El Canos actual no siempre se llamó así, su nombre anterior era el de Cornejón. Lo que hoy conocemos como Canos Caído y Cornejón eran dos pueblos, pero el primero se despobló y Cornejón, abandonando su nombre, tomó el de Canos, quedando para el paraje que aquel ocupó el de Canos Caído. Ambos lugares pertenecieron a la Comunidad de Villa y Tierra de Soria y dentro de ella al sexmo de San Juan. Nuestros pasos se dirigen hacia Canos Caído a través del Camino del Colmenar, un lugar limpio que recorre la parte baja de la Sierra del Almuerzo. El camino, entre encinas y quejigos, deja a un lado un pozo con brocal monolítico y nos conduce al importante colmenar, aunque en él, debido a lo avanzado del otoño, hay poca actividad. Tal vez esta es la razón de su fácil tránsito. Ascendiendo un tanto encontramos los restos, escondidos entre las encinas, de lo que en su día fue la localidad de Canos y ahora es Canos Caído.

Allí, rodeados de vegetación, aparecen los restos de la iglesia románica que buscamos. Subidos al muro sur podemos ver las vistas impresionantes al fértil valle del río Chavalindo, el torreón de Torretartajo y, mimetizada con el paisaje, la iglesia románica de Tartajo, que, en el pasado, fue majada o taina.

Despoblado Canos, la iglesia y sus antiguos inmuebles fueron reconvertidos en cantera para nuevas construcciones. Ya en el vuelo americano de 1956 sólo se pueden apreciar los restos de la iglesia; del antiguo pueblo, nada, solo al norte de la iglesia solares sin arbolado. Los restos que hoy contemplamos nos remiten a una construcción sólida pues, a pesar del saqueo, todavía se yerguen con altivez sobre el joven encinar.

El edificio es representativo del románico rural soriano con nave única y cabecera individualizada con tramo recto del presbiterio y ábside semicircular, levantada con mampostería y refuerzo de sillares en vanos y esquinas. El ábside se cubrió con bóveda de cuarto de esfera, conservando el arranque de esta, así como la línea de imposta, y el presbiterio con bóveda de cañón apuntada; mientras que la nave lo hizo con techumbre de madera a dos aguas. Adosado al muro norte de la cabecera todavía conserva gran parte de la espadaña, una singularidad de esta iglesia. Esa disposición es única en el románico soriano y quizá tuvo que ver con la disposición del antiguo poblado.  El muro de la espadaña se levanta por encima de las encinas y es visible desde la carretera. Además de los muros del ábside y de la espadaña, todavía destacan el muro norte y el occidental, mientras que el meridional ha sido más saqueado, distinguiéndose todavía un sillar de la antigua portada. El ábside y la espadaña, a una altura elevada, conservan una cornisa en chaflán, que en el caso de la espadaña, se decora con una media caña o acanaladura.

El interior está totalmente colonizado por encinas, zarzamoras y rosales silvestres, por lo que es difícil acceder. Con cuidado entramos y observamos cómo en el espacio absidal todavía se conserva parte del enlucido con pincelado de línea simple en rojo que simula un despiece, tan típico de tierras sorianas. Al exterior no se observa la ventana absidal, pero por dentro se intuye dónde pudo estar. En el lugar en el que estuvo la ventana del presbiterio, se ha extraído tanta piedra que hoy parece el hueco de una gran portada.

Quizás lo más interesante de estas ruinas se halla en el lado de la epístola, donde confluye la nave con el presbiterio, en la que todavía se aprecian los restos de una imposta y el comienzo de una bóveda. Estos restos, que no aparecen en el lado del evangelio, podrían corresponder a un nicho o baldaquino muy similar al que podemos ver en la cercana iglesia de Santo Domingo de Guzmán de Fuentelfresno. Lo que si se aprecia en el muro del lado del evangelio es una roza en arco que podría pertenecer a un arcosolio o a un retablo incrustado en el muro.

La última gran extracción de piedra se produjo a finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando se extrajeron los mejores sillares para la construcción de la nueva escuela de Cirujales del Río.

Algo bastante normal en aquellos años. También por esos años se debieron desmontar las semicolumnas que soportaron el arco de gloria, y sus capiteles fueron vendidos en Soria y depositados en el Hotel Leonor de la capital. Estos están tallados en tres de sus caras y la otra está preparada para ser empotrada en el muro. Tienen decoración vegetal con dos filas de toscas hojas de acanto rematadas en bolas, y otras, en pequeños rizos.

Esta última extracción legal nos lleva a visitar Cirujales del Rio, lugar de nacimiento de D. Nicolás Rabal. Allí nos encontramos con Jaime, quien nos cuenta que, efectivamente, con carros tirados por caballerías, se transportaron en 1957 las mejores piedras desde Canos Caído a Cirujales. Allí están, orgullosas, con la misma cruz, firma de cantero que se puede ver en Canos Caído, sujetando los muros de la escuela, que ahora es el bar social de Cirujales. A estas marcas de cantero, se añaden dos nuevas, más trabajadas, que representan una especie de tridente. La nueva escuela se construyó enfrente de la que había sido vivienda de Nicolás Rabal, y en el muro podemos ver una placa que recuerda al insigne profesor e historiador. Casi dos décadas después se cerraría definitivamente la escuela. Jaime, que había sido albañil, nos guía por el pueblo y nos enseña los mejores dinteles y las mejores viviendas y nos ilustra con su saber.

Terminamos la mañana con un café en Almajano, junto a la Casa Fuerte de los Salcedo conocida como “El Real de Almajano” recordando a nuestro querido compañero José Mari.

Sin lugar a duda, el entorno de Canos Caído es singular y una consolidación de estas ruinas, unidas a una limpieza, añadirían un gran valor al lugar, a la par que se podrían constatar determinadas hipótesis que hoy nos planteamos. Si nada se hace, la naturaleza engullirá el lugar, pues los expoliadores ya no tienen nada que extraer.

BIBLIOGRAFÍA:

-  BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1888): “Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria”. Valladolid. Ámbito Ediciones.

- LOPERRÁEZ CORVALÁN, J. (1788) “Descripción histórica del Obispado de Osma: con el catálogo de sus prelados”. Madrid. Web: Biblioteca Digital Hispánica. Consultada el 16/08/2022

- MADOZ, Pascual (1993) “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Castilla y León. Soria

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana". Madrid. Editora Nacional

-- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.

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