LA RUINA Y ABANDONO DE SANTO DOMINGO EN EL DESPOBLADO DE GOLBÁN
“Alcubilla del Marqués y Pedraja de San Esteban, junto a Olmillos, Ines (villa que perteneció
al marqués de Berlanga) y Atauta, hacen antesala a la capital de la ribera soriana.
Atauta conserva un conjunto etnográfico de más de noventa bodegas,
catorce lagares y diez lagaretas de una belleza excepcional.”
Corazón de roble. Ernesto Escapa.
El verano estaba recién estrenado, pero el día amaneció fresco, aunque fue tornándose caluroso a medida que el sol iba levantándose. Nos desplazamos hasta Atauta por la N-122, que no termina de convertirse en autopista, hasta enlazar con la A-11 y llegar a San Esteban de Gormaz. Desde allí, la SO-P-4003 nos llevará hasta el cruce de Atauta y, siguiendo la carretera en dirección Morcuera, a la altura del kilómetro 6,1, nos deja a la vera del despoblado de Golbán. Allí permanecen los restos de lo que fue su parroquial, rodeada de hermosos encinares, abandonada, en ruinas y a punto de desaparecer, pues pocas son las paredes y muros que se mantienen en pie. Las hierbas se han enseñoreado del lugar y una hermosa encina se yergue en el centro de la única nave.
Golbán o Golván se integró en la Comunidad de Villa y Tierra de San Esteban de Gormaz y estuvo vinculado al monasterio de Santo Domingo de Silos. Un pleito entre el monasterio burgalés y el obispo de Osma por la posesión de las tierras del entorno de Golbán y San Esteban de Gormaz se resolvió a principios del siglo XIII, cuando este lugar pasaría a la diócesis de Osma; según nos cuenta Marisol Encinas. Por la Resolución de 16 de febrero de 2016 en la que se incoa el conjunto de bodegas del paraje “El Plantío” de Atauta para la declaración de BIC (BOCYL 15/03/2016), sabemos que las primeras referencias a las viñas que rodean Atauta se sitúan en 1201 y vinculadas a Golbán, «lugar situado a dos kilómetros de Atauta, perteneciente al Monasterio de Silos».
El catastro del Marqués de Ensenada, redactado en la villa de Atauta el 9 de septiembre de 1752, nos da a conocer que Golbán era un despoblado anejo a la parroquia de Atauta de la jurisdicción de la villa de San Esteban, del Señorío de la marquesa de Villena y constituido por tierras de secano, monte de encina, yermos, y de pastos, que producían trigo, centeno, avena; pero también había “hornos de abejas”. En esa fecha, en Golbán, ya no había animales, vecinos ni casas, un detalle que nos indicaría que ya llevaba mucho tiempo abandonado. Se conoce la fundación de una capellanía a mediados del siglo XVII, luego en el intervalo de esos cien años, Golbán se despobló.
Según J.M. Aceña, en 1758 se entabló un pleito entre los Concejos, justicia y regimiento de Atauta y el de Morcuera sobre la posesión del despoblado, fijándose los mojones entre el despoblado y los lugares de Morcuera y Piquera, entre 1760 y 1775.
Con la despoblación llegó el abandono y los inmuebles de Golbán se arruinaron irremediablemente, al igual que le pasó a la iglesia románica de Santo Domingo. A unos 2 kilómetros al sureste de Atauta, al lado de la carretera, se yergue desafiante la espadaña desdentada de la iglesia y las escasas ruinas que apenas dejan ver su planta.
La que fue parroquial es un claro ejemplo del humilde románico rural soriano y su estado de abandono nos dice lo que puede pasar en los próximos decenios con muchas parroquiales no protegidas y enclavadas en lugares muy próximos a la despoblación, como son La Barbolla, Zárabes, Torralba de Arciel, etc.
Rodeada de una tierra de labor, este año sembrada de yeros, entre los que sobresalen las amapolas, y por la carretera, resisten los escasos restos de lo que fue la iglesia de Santo Domingo de Golbán. Por las escasas ruinas que han llegado hasta nuestros días podemos decir que era una típica iglesia construida en mampostería menuda y con rudos sillares en las esquinas de la espadaña. Contó con una pequeña nave y una cabecera semicircular en la que no se distingue en planta el ábside del presbiterio. En el muro meridional, donde estuvo la portada, se adosó un pequeño pórtico en tiempos posteriores. El interior del hastial occidental todavía conserva restos del enlucido de cal y arena. La espadaña contó con dos troneras y al menos el sector norte tuvo que ser reconstruido, quizás por algún derrumbe. En ese sector todavía se conserva el engarce con el muro de la nave. Junto con la espadaña y parte de los muros del atrio, destacan los muros de la cabecera, en los que se distingue la curvatura del ábside.
Cuenta José Arranz en su obra “La escultura Romanista en la Diócesis de Osma-Soria” que algunos bienes muebles de la parroquia de Golbán llegaron hasta la de Morcuera, y una imagen de Santa Ana a la de San Pablo de Atauta, que según asegura la tradición popular procede de Golbán.
Estas humildes ruinas bien merecen una consolidación y una recuperación de sus muros con la gran cantidad de piedra de mampostería que se agrupa a su alrededor. Una pequeña intervención arqueológica determinaría la planta de la iglesia y su posible reconstrucción. De esta manera se podría evitar su desaparición total, aunque según vemos, el propietario de la parcela que rodea las ruinas respeta este espacio sagrado y, en su perímetro, acumula las piedras que van apareciendo durante el laboreo de la finca.
Como apuntamos con anterioridad, Atauta formó parte de la Comunidad de Villa y Tierra de San Esteban de Gormaz. Fue municipio durante el siglo XIX, y se integró en San Esteban de Gormaz en 1966. Se ubica en un emplazamiento maravilloso, en un alto desde el que se dominan los valles que a sus dos lados se despliegan. Se dispone en torno a dos calles paralelas que conducen a la iglesia. Sus casas combinan la piedra y el adobe, y su economía está ligada a la vid y el vino; una economía que permitió construir un pequeño poblado de 141 bodegas, al otro lado del arroyo Golbán, y al que dieron el nombre de “El Plantío”, Bien de Interés Cultural desde 2017. Hasta allí nos acompañó Adolfo Tomás Palomar, conocido como Fito, alcalde del pueblo desde hace más de veinticinco años. Los años no le han disminuido el entusiasmo y permanece atento, mientras nos da una explicación, a las obras que se realizan para iluminar la parte del pueblo que se
muestra a “El Plantío”. Con sus explicaciones y su pasión nos hacemos una idea de la belleza nocturna del pueblo contemplado durante la noche desde el conjunto de bodegas.
Caminando hacia las bodegas nos encontramos también con un lavadero con sus losas colocadas a una altura cómoda y rodeado de baldosines blancos; un poco más elevado se encuentra la bien recuperada fragua con su imponente fuelle. Todo está cuidado en el pueblo, pero hay pocas personas que puedan apreciarlo. A pesar de la riqueza de sus cepas, que resistieron la filoxera, y del vino que producen, no son más de veinte personas los que acompañan a sus edificios en las noches. Nos recuerda el alcalde que en 1968 habitaban el pueblo 408 habitantes. Esta ausencia humana ha llevado consigo el abandono de sus huertos. El lugar en el que se producían tomates, verduras, frutales, y otros productos de huerta regados por el arroyo de la Laguna, hoy lo ocupa una chopera.
Visitamos varias bodegas muy bien conservadas, lagares y lagaretas; algunas del Ayuntamiento y otras del propio Adolfo. Constituyen todas ellas un conjunto maravilloso al que se suman varios palomares.
Da la mañana para hacer una visita a la iglesia parroquial donde buscamos con ahínco los dos fragmentos de imposta ajedrezadas, que según leemos en la Enciclopedia del Románico en Castilla y León, se conservaban en la sacristía de la iglesia y que pudieron proceder de Golbán. Nosotros no pudimos verlas, ni nuestro cicerone sabía de su existencia.
Se trata de un edifico muy bien conservado y en el que llama la atención la decoración exterior del muro meridional. Dicha decoración responde a la voluntad de un párroco que, molesto por el juego de los niños a la pelota en esa pared, decidió salpicarla de restos de escoria de la fragua. Hoy, desgraciadamente, esos problemas no existen.
BIBLIOGRAFÍA:
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