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San Pedro el Viejo, el románico saqueado

 “A Sarnago se llegaba bordeando, las vigilantes ruinas de San Pedro el Viejo. Un complejo

 monástico del siglo XII, tradicionalmente atribuido a la orden del Temple y que, a la

vista de las ruinas, tan tambaleantes y vergonzosamente olvidadas hoy como

entonces, debió de ser de una gran importancia ya que se conservaban las

   trazas de tres cabeceras absidales, restos de pinturas románicas al  

   fresco de caballos y una torre, atalaya de toda la comarca, […]”.

Soria en Seiscientos. Javier Martínez Romera

Los sorianos conocemos sobradamente el camino que hay que recorrer para llegar a San Pedro Manrique. Puede que ese no sea el caso de algún lector atrevido que desee adentrarse en este inagotable mundo del románico que mira al cielo, y quiera visitar los inquietantes paisajes que rodean a dicha población.

La N-111 nos llevará hasta Garray. Atravesado el pueblo debemos desviarnos a la derecha para tomar la SO-615. Recorreremos unos veinte kilómetros y, a la altura de Oncala, veremos un cruce que nos señala cómo llegar a San Pedro Manrique por la SO-650. Una vez allí no es difícil ver, hacia el sur, dominador y ruinoso, el antiguo convento de San Pedro el Viejo.

Realizamos el viaje a finales de abril, con un tiempo frío. En la carretera todavía podíamos ver la nieve y esos estremecedores montes pelados y ondulados en inacabable visión. Sin embargo, a pesar del frío o de la nieve, se hacía presente también la primavera, y los pocos árboles que adornan los laterales de la carretera, la lucían con sus flores blancas colgadas de sus ramas.

En estas tierras, regadas por el río Linares, que lleva sus aguas al Alhama y este, al Ebro, ya hubo presencia humana desde la antigüedad. Los cristianos la conquistaron a los musulmanes y fue durante el período de la Mesta cuando se produjo su momento más dulce y de mayor riqueza. Llegó entonces San Pedro a albergar hasta 4.000 habitantes, y su comercio de lana tenía carácter internacional.

San Pedro Manrique constituye un ejemplo especial en nuestra provincia. Se constituyó como municipio en el siglo XIX, y desde entonces ha sido un centro comarcal que ha ido asumiendo la integración de muchas otras localidades, que se han despoblado, caso de Acrijos, Armejún, Buimanco, El Vallejo, Fuentebella, Peñazcurna, Valdelalvilla, Valdemoro, Vea y Villarijo; o han perdido tanta población que han dejado de ser municipio, como Las Fuentes, Matasejún, Palacio de San Pedro, Sarnago, Taniñe, Valdenegrillos o Ventosa de San Pedro. Esperemos que en el futuro estos centros comarcales sigan existiendo y dando servicio a estos habitantes dispersos por nuestros viejos y perdidos pueblos. San Pedro Manrique es de los escasos municipios sorianos que en el último censo ha crecido. Está todavía lejos de los 950 habitantes que tuvo a mediados del siglo XX, pero ha pasado de los 588 de 2014, a los 655 en 2021. La localidad se ha hecho famosa por su espectacular paso del fuego, las únicas fiestas tradicionales de la provincia declaradas de Interés turístico internacional, y por las móndidas.

Al sur de la población, cruzado el río Linares, en lo alto de uno de los cerros, se aposenta lo que queda de San Pedro el Viejo, vigilando desde las alturas la Villa de San Pedro Manrique. Para llegar hay que elevarse por una senda empinada que deja a su lado izquierdo una cantera activa en la que vemos maquinaria pesada y hombres eligiendo lajas de caliza y colocándolas en palés. Son el mismo tipo de piedras con las que se construyó San Pedro el Viejo y es posible que, en estos momentos, esas piedras de la iglesia luzcan en algún otro edificio, pues el expolio que ha sufrido es espectacular. Tal es así que este hecho, sumado al abandono, haya dejado a San Pedro en una situación de auténtica ruina. La vieja torre desdentada desde la lejanía tiene apariencia de fortaleza, quien sabe si cristiana o musulmana. Todo el conjunto, adquirido por el actual propietario hace más de medio siglo, se encuentra cercado con alambre de espino y generalmente sembrado de cereal, y el rastrojo es aprovechado por las vacas serranas negras sorianas de su propietario.

Las vistas desde allí son espectaculares y estremecedoras. Se trata de un monasterio que se atribuye a los monjes templarios sin datos que lo certifiquen. Sí que está probada la existencia de un monasterio en el siglo XIII, pero se desconoce quiénes eran sus pobladores. Según leemos en el Blog “La Otra Soria” de Cándido Las Heras, en el Avisador Numantino de 18 de mayo de 1902, el periodista Tómas Osácar escribe sobre estas ruinas: “Cuenta la tradición que fue convento de Templarios; lo que sabemos es, por buenas referencias, que a finales del siglo XVIII y principios del XIX, del convento de Fitero (Navarra) venían frailes a este monasterio a pasar el noviciado”. Por lo tanto, durante los siglos XVIII y XIX este monasterio fue dependiente del Monasterio cisterciense de Santa María la Real de Fitero, y debía de encontrarse en buen estado. Existe una creencia de que existía una galería subterránea desde el monasterio hasta la Cerrada de los diablos, junto al río Linares, con la función de escapar o conseguir agua.

Don Juan Cabré Aguiló fotografió estas ruinas a principios del siglo XX. En esa imagen se aprecia que los principales elementos del antiguo monasterio ya habían desaparecido. Desde entonces, pequeños robos y el paso del tiempo han hecho su labor.  Quedan allí los restos de la iglesia románica del siglo XII, así como las ruinas de una dependencia monacal en el costado meridional de la iglesia, y montones de piedras. Su construcción se dispuso en sillarejo en la cabecera y la torre, menos costoso que el sillar. Se levantaron tres naves con lajas de caliza, la del centro, posiblemente anterior y de doble anchura que las laterales, que se cubrieron con bóveda de cañón ligeramente apuntada. La tradición oral cuenta que la portada del sur se desmontó y se trasladó a Nueva York para ser contemplada y apreciada

por quienes carecen de los bienes que nuestra sociedad desprecia. En la actualidad se desconoce el paradero de la portada, sin duda notable, cuyo hueco permanece en el lugar.

La nave del evangelio tiene cabecera cuadrada cubierta con bóveda de cañón apuntada. La de la epístola culmina en una torre cuadrada que estaría dividida en pisos, con forjados de madera, hoy perdidos. Podemos distinguir dos pisos para campanas, separados por una imposta de chaflán, con un vano por cada lado; el inferior con arcos ligeramente apuntados, algunos cegados, y sobre montados sobre unos vanos anteriores; mientras que el superior lo hace con arcos de medio punto, algunos decorados con baquetones. En lo alto quedan los cuatro huecos del campanario, así como dos de las cuatro ménsulas que soportaban la bóveda de crucería que cerraba el piso superior, tal como se puede ver en la torre de San Miguel de Yanguas. La nave central, dividida en cuatro tramos, acaba en una cabecera con presbiterio recto cubierto de bóveda de cañón y un ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto de esfera, que apoyan sobre una sencilla imposta de chaflán. Este espacio era iluminado a través de dos saeteras; una en el centro del eje absidal y otra en el muro sur del presbiterio, que darían la escasa luz necesaria a estos habitáculos. En el presbiterio todavía se conserva una graciosa credencia, lugar para albergar objetos religiosos, cuyo arco de medio punto también ha sido saqueado. Todo el espacio estuvo enfoscado y decorado con pinturas murales, que hoy apenas se pueden adivinar.

 

La cabecera y la torre son los espacios que mejor han resistido el saqueo y el transcurrir del tiempo. Al exterior vemos cómo el ábside se apoya sobre un zócalo con una hilera de sillares decorada con fino bocel y filete, al que le faltan algunas piezas. El ábside se dividía en tres paños con dos columnas adosadas y sendos arcos, de los que solo restan las llagas. Tampoco queda nada de la decoración de la ventana absidal de la que desaparecieron columnillas, capiteles y dovelaje, permaneciendo in situ las impostas desde las que volteaba el arco. Idéntica suerte corrieron los sillares que reforzaban las esquinas y la saetera del presbiterio.

El museo Frederic Marès de Barcelona acoge la pieza mejor conservada de este edificio: una talla de madera de la Virgen con el Niño, del círculo de Gil de Siloé, de la que desconocemos cómo llegó a ese lugar.

A la soledad de este recinto, la acompaña un paisaje desolador, lunático, que encoge el alma y estimula a pensar y a interiorizar nuestros pensamientos y sentimientos. La soledad y el abandono son los compañeros permanentes de este antiguo monasterio.

 

BIBLIOGRAFÍA:

- ANDRÉS GARCÍA, Lidia; POSTIGO ESCRIBANO, Vidal (1996): Sobre ermitas, templos y religiosidad popular en Tierras Altas. Revista de Soria IIª época, nº 15.

- Archivo Histórico Provincial de Soria:  "Informe de las pinturas existentes en la derruida iglesia de San Pedro Manrique". Caja 5.335

-  BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1888): “Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria”

-  LAS HERAS, Cándido: Ruinas del convento de San Pedro el Viejo. San Pedro Manrique,

artículo de su web Otra Soria consultado el 22/10/2022.

- LORENZO ARRIBAS, Josemi (2019): “Románico romántico. Apuntes de la provincia de Soria”. Soria. Millán y Las Heras Editores.

- MARTÍNEZ DÍEZ, G. (1983): "Las comunidades de Villa y Tierra de la extremadura castellana." Madrid. Editora Nacional

- SAN MIGUEL, Miguel A. y VASCO, Jesús Mª. (1999) “San Pedro Manrique. Fuego, sendero y fiesta”. Edita: Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Pedro Manrique

- VV.AA. (2002) Enciclopedia del Románico en Castilla y León. Soria. Aguilar de Campoo. Fundación Santa María la Real.

- Web “Despoblados de Soria. Asociación de Amigos del Museo Numantino

https://despoblados.amigosdelmuseonumantino.es/

(https://despoblados.amigosdelmuseonumantino.es/despoblado-de-soria/rabanera/) consultada el 16/08/2022

- Web: https://www.mendikat.net/es/com/mount/15304 Consultada el 15/09/2022

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